Lo Que el corazón de un Padre bueno desea

Las Escrituras lo dicen con claridad, sin rodeos y con ternura:

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” (3 Juan 1:2).

¿No es hermoso que Dios comience llamándonos amado? No dice “ser humano”, “pecador” ni “candidato en proceso de transformación celestial”… ¡nos llama amados! Y eso cambia todo. Porque cuando alguien te ama de verdad, no quiere verte sufriendo, estancado ni limitado. Quiere verte crecer, florecer, reír, conquistar y vivir con plenitud.

Dios, como todo buen Padre, desea lo mejor para sus hijos. Y lo dice con claridad: “yo deseo”. ¿Quién dijo que Dios solo se ocupa de nuestra vida espiritual? ¡Mentira del enemigo! Él desea que seas próspero en todas las cosas: en tu salud, en tu hogar, en tu economía, en tus relaciones, en tu propósito.

Ahora bien, no confundamos prosperidad con solo tener dinero (aunque tampoco lo despreciamos, ¿verdad?). La prosperidad bíblica es integral. Es paz en medio del caos, es salud en el alma, es vivir sin miedo, es dormir tranquilo sabiendo que tu Padre cuida de ti… y sí, también incluye que no te falte el pan ni el café por la mañana.

Muchos crecimos con la idea de un Dios lejano, serio, con la ceja levantada, anotando nuestras fallas. Pero la Palabra nos revela a un Padre cercano, amoroso, que se alegra con nuestros logros y nos levanta cuando tropezamos. Un Dios que no solo desea que llegues al cielo, sino que vivas bien mientras estás en la tierra.

La clave, como dice el versículo, está en que tu alma prospere. Porque cuando tu interior está sano, todo lo demás se alinea. Cuando tu corazón está lleno de fe, gratitud y esperanza, comienzas a atraer bendición, a tomar mejores decisiones, y a caminar con propósito.

Y ojo: prosperar no es vivir sin problemas, sino vivir sabiendo que no estás solo. Es tener la certeza de que tu historia está en manos del Autor de la vida. Es sonreír en medio del proceso, sabiendo que lo mejor está por venir… y que, si algo se te cierra, es porque Dios está preparando algo mejor.

Una Reflexión

Así que hoy, querido lector, recuérdalo: eres amado, eres escogido, y el deseo del corazón de Dios es que vivas en plenitud. Recibe esa promesa, crea en ella y camina como quien tiene el respaldo del cielo. Porque si tu Padre es dueño del oro y la plata, ¿quién te va a detener?

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